Breve historia de los herbicidas

Desde los inicios de la agricultura el hombre ha combatido las malezas para reducir las pérdidas en los cultivos. El desmalezado manual y otras formas primitivas de labranza dominaron el control de malezas en las primeras épocas. Hacia el 300 AC, los romanos introdujeron el control químico de las malezas al aplicar sal y aceite de oliva para controlarlas. Ya en los siglos XIX y XX se usaron los compuestos inorgánicos, como el ácido sulfúrico, sulfato de cobre y hierro, arsenato de plomo, nitrato de cobre y arsenato de sodio, para controlar las malezas de hoja ancha en el cultivo de cereales. En 1880 se desarrollaron los rociadores, que permitieron una mejor aplicación de los herbicidas. Los herbicidas sintéticos (por ej.: 2,4-D, MCPA) fueron desarrollados durante la Segunda Guerra Mundial y comercializados por primera vez para el control de malezas en 1944.

Estas auxinas sintéticas revolucionaron el control de malezas y alentaron a las empresas en la investigación y desarrollo de un gran abanico de herbicidas que se encuentran hoy en el mercado. Los herbicidas triazinas marcaron una nueva era en el control preemergente de malezas en el cultivo de maíz, otros cultivos industriales, vid y orquídeas. En 1958 se registró el herbicida atrazina, que sigue siendo un herbicida extremadamente exitoso por ser de amplio espectro, bajo costo y permitir flexibilidad en la temporalidad de las aplicaciones. Posteriormente siguieron otros herbicidas con diferentes modos de acción, y hoy existen más de 300 ingredientes activos de herbicidas pertenecientes a 27 modos de acción.

Desarrollo de los herbicidas

Las empresas invierten entre 50 y 200 millones de dólares para desarrollar y registrar cada nuevo herbicida. Los nuevos compuestos deben ser sintetizados, sometidos a un relevamiento e investigación inicial en el laboratorio o invernadero, patentados y analizados. Una gran parte del costo se invierte en determinar las propiedades físico-químicas de las moléculas del ingrediente activo (destino ambiental, selectividad de malezas/cultivo, estudios de su metabolización, etc.). Además, el producto debe formularse para que sea estable bajo diferentes condiciones, pueda ser rápidamente tomado por las plantas y no presente riesgos de exposición significativos para los usuarios y el medioambiente.

Los herbicidas están regulados muy rigurosamente en la mayoría de los países y frecuentemente necesitan obtenerse las aprobaciones de muchas agencias regulatorias diferentes. Esto requiere un conjunto de evaluaciones y una revisión exhaustiva de la seguridad y eficacia. Además, los herbicidas se registran para ser usados en cada uno de los diferentes cultivos, requiriendo cada registro un rango de información sobre su seguridad.

El registro de un herbicida requiere una batería de estudios toxicológicos que son analizados y sometidos a las agencias regulatorias para su evaluación. Estas agencias requieren un amplio rango de estudios de base que incluye los efectos agudos y a largo plazo, las propiedades químicas, los efectos sobre las especies en peligro de extinción, el destino en el ambiente, su persistencia en el ambiente, etc.

Por razones económicas, las compañías buscan herbicidas que puedan ser utilizados en los cultivos extensivos (maíz, trigo, soja y arroz). Si el herbicida resulta exitoso, es probable que lo registren para otros cultivos o para situaciones no agrícolas.